Ligando a un Maduro en el Centro Comercial
>>Continuación<<
Durante esa semana Eduardo me llamó todos los días,
incluso dos veces y más el mismo día. Era un amante preocupado. También nos
juntamos, y en su auto a escondidas echábamos a correr la imaginación y siempre
terminaba practicándole sexo oral y en una oportunidad a riesgo de ser
sorprendidos, me penetró en el asiento trasero del vehículo, y como siempre fue
una experiencia maravillosa.
Para ese fin de semana tenía agendado un evento en
otra provincia, por lo que pensé que no nos juntaríamos, pero como aún estaba
pendiente la invitación, nos pusimos de acuerdo y fui con él. El evento
consistía en amenizar una fiesta en un Club Deportivo por su aniversario, y
como la fiesta comenzaría a las cinco de la tarde, pasó por mí al mediodía. Sin
duda en casa causó curiosidad que “ese señor” me fuera a buscar, pero ante la
explicación de que “ese señor” integraba un grupo musical y daría una tocata a
la que estaba gentilmente invitado, tuvieron que aceptar.
Llegamos al pueblo después de casi dos horas de viaje.
En el lugar ya estaban los otros integrantes del grupo, a los cuales tuve el
gusto de conocer:
Horacio, el baterista. Tocaba un instrumento
electrónico que daba los sonidos de una batería, era muy perito en eso. Tenía
unos cincuenta años, abultada barriga y cubría sus canas de mala manera con una
mala tintura de pelo. No era atractivo, pero sí muy simpático, sin duda, el
alma del grupo.
Raúl, el tecladista. De unos 38 años, bastante
atractivo; moreno y cabellos muy negros. Amplia sonrisa y bonitas piernas. Era
el yerno de Horacio, así es que con él no había ninguna posibilidad.
Patricio, el bajista y cantante. Casi tan alto como
Eduardo, muy atractivo, piel mate y una barbita corta que enmarcaba sus
hermosos labios. Tenía unos 30 años, espalda ancha y muy buena cola. Piernas
gruesas y estaba muy bien dotado, se notaba en el jeans que vestía.
Y Eduardo que tocaba la guitarra, que hasta el momento
para mí era el más guapo.
La fiesta comenzó a eso de las seis, y después de los
preparativos, como instalar los amplificadores y “uniformarse” para la ocasión,
el grupo salió a escena pasado las siete. Interpretaban música de los más
variados ritmos y temas, pasando por la música bailable, del recuerdo,
populares, blues, rock, tango, incluso música folclórica. La velada estuvo muy
entretenida. Yo cerca del escenario, “donde los ojos de Eduardo me vieran”,
salía del local sólo para fumar un cigarrillo. No puedo negar de que aproveché
de coquetear con la mayoría de los hombres que se me acercaban, además, ya me
había bebido un par de cervezas, lo que me tenía más desinhibido.
Casi a media noche y después de tres horas de música,
sólo con pequeñas pausas, el grupo de Eduardo finalizó la presentación. Entre
aplausos y peticiones de “Bis” bajaron del escenario…
—
¿Te gustó la presentación? — me preguntó Patricio,
esperando sin duda que lo adulara.
—
Muy buena…Cantas muy bien — le respondí mientras él
tomaba una botella de cerveza y la bebía como si de agua se tratara.
—
Y tú, ¿Qué instrumento tocas…?
—
¿…Yo…? Ninguno...— respondí sorprendido.
—
Ah!, es que Eduardo me comentó que “la tocas de
maravilla”— me dijo con un toque de malicia y guiñando su ojo…
Entendí el sarcasmo y supe que Eduardo le había
confidenciado “algo”. En eso llega Eduardo y abrazándome por el hombro y
haciendo un gesto de cansancio, me pregunta:
—
¿Cómo lo has pasado? ¿Te has divertido? — mientras
Patricio le cedía la botella de cerveza que había bebido casi la mitad, la que
Eduardo bebió hasta el fondo.
—
...Sí...Ha estado bastante entretenido. Buen ambiente
y gente bastante guapa... Además, me sorprendiste con tus dotes musicales…
—
…Sí… es que Eduardo es muy bien dotado…— se apresuró a
responder Patricio en el mismo tono sarcástico… Luego de eso, haciendo un gesto
con la mano, se dirigió a buscar tres cervezas, dándole una a Eduardo y otra
para mí.
—
¿…Qué le pasa a este…?— interrogué a Eduardo casi
molesto.
—
…Tranquilo…Patricio es así… Luego lo conocerás bien.
Mientras los otros dos desmantelaban los instrumentos
y se aprestaban a cargarlos en una furgoneta, me alejé para encender otro
cigarrillo. Eduardo y Patricio seguían bebiendo alegremente, conversando y
riendo. Raúl y Horacio se despidieron y se fueron en el furgón. Yo pensé que
Patricio volvería con nosotros, pero cuando me arrimé donde ellos, me
preguntaron si quería otra cerveza…
—
No, gracias, es suficiente para mí…
—
Pues yo quiero otra, ¿te traigo una, Eduardo?
—
No, creo que también bebí suficiente. Recuerda que
debo conducir…
—
En todo caso, amigo, creo que con lo que haz bebido no
deberías conducir. Yo tampoco me encuentro apto para manejar… Deberías pensar
mejor en que pasemos la noche en algún lugar por aquí cerca...— recomendó
Patricio.
Pasar la noche en un motel —pensé— en el mejor de los
casos, dos habitaciones, una para Patricio, y otra para mí con Eduardo. Pero,
seguro él va a sospechar. Pero mis pensamientos diferían mucho de los planes
que ellos tenían.
Subimos al auto y Eduardo conversaba animadamente.
Patricio le respondía y trataba de que me incluyera en su conversación, pero yo
pensaba en qué podría pasar esa noche…
—
Eduardo, necesito orinar— le dije en forma discreta.
—
Yo también, y si no te detienes, te voy a mojar el
asiento…— bromeó Patricio.
Eduardo se orilló y bajé presuroso. Me dirigí a la
parte de atrás y comencé a orinar. En la oscuridad, percibí que Patricio se
ponía casi a mi lado y sacando su enorme verga, soltó un grueso chorro. En la
tenue luz de la luna, pude apreciar el miembro viril de Patricio, y no tenía
mucho que envidiarle a Eduardo…
Volvimos al auto y empecé a ratonearme. Recordé los
comentarios de Patricio y los gestos de afecto de Eduardo sin pudor frente a
él. Fui atando cabos sueltos y llegué a la conclusión de que no era
coincidencia que ambos se pusieran a beber. Eduardo, con todo y copas, conducía
perfectamente y sabía dónde iba. Patricio entre bromas se notaba algo nervioso,
y yo sólo de pensar en lo que podría pasar, comencé a excitarme. Para hacer una
prueba, con sigilo estiré mi brazo y comencé a manosear el bulto de Eduardo.
Este no tuvo ningún problema en poner su mano sobre la mía y cargarla fuerte a
la vez que la movía. Patricio se dio cuenta y sólo lanzó un comentario que
confirmaría lo que había estado pensando…
—
¡¡Ya pues!!... No sean apurones, no empiecen sin mí...
Llegamos a un apartado lugar, una cabaña muy similar a
la que ya había ido con Eduardo. Entré al baño para despabilarme. Tenia que
estar consciente para recordar cada segundo de lo que iba a suceder. Escuchaba a los hombres conversar afuera. De
pronto se abrió la puerta y entró Eduardo. Me abrazó y me besó con calentura.
—
¿…Estas seguro de lo que vamos a hacer…? —le pregunté
con seriedad.
—
Sí, Patricio sabía y accedió en cuanto te conoció.
Además él es de mi entera confianza… confía en mí. Y recuerda que quería
enseñarte muchas cosas…
Orinó frente a mí, y bajando sus pantalones y
calzoncillos se acercó al lavamanos y lavó muy bien su pene… Me miró y sonrió
mientras yo lo miraba sorprendido. Se arregló, salimos del baño y nos dirigimos
al cuarto, mientras Patricio entraba al baño muy animado…
Ya en la habitación, comencé a desnudarme y Eduardo
hizo lo mismo. Me senté en el borde de la cama y él se acercó lentamente. Lo
abracé por la cintura y comencé a besarlo en la barriga, mientras cargaba
fuertemente su bulto sobre mi pecho. Su miembro comenzaba a erectarse, con la misma suavidad que un beso comencé la
felación. Pasaron unos minutos cuando entró Patricio al cuarto sólo vistiendo
un bóxer gris, ajustado y su verga completamente erecta. Se paró al lado de
Eduardo y sacó su miembro ofreciéndomelo. Miré a Eduardo y él consentía, así
que lo llevé a mi boca, sabía a limpio. Estaba mucho más duro que el de Eduardo
y era más delgado, pero un poco más largo. Me di a la labor de darles placer a
ambos y de vez en cuando tratar de introducir ambos miembros en mi boca, pero
no había suficiente espacio.
Patricio era en realidad muy guapo, con su torso
velludo y el abdomen casi plano. Sus muslos muy velludos y turgentes se
endurecían cuando iniciaba un suave vaivén. El sabor de ambos era muy similar,
aunque Patricio era mucho más generoso en sus fluidos pre-seminales que
lubricaban mi boca.
Pasaron varios minutos hasta que Eduardo se tendió en
la cama. Me arrodillé y seguí chupándolo, mientras Patricio se instaló en mi
retaguardia y untando sus dedos con saliva comenzó a deslizarlos dentro de mi
ano. Me causaba un enorme placer, y más cuando comenzó a introducir su lengua y
a dilatarme. Gemía y a ambos le gustaba. Patricio me tomó por las caderas y
acomodándome empezó a puntearme con su glande, cuando encontró mi estrecho
agujerito afirmó su verga con la mano y la dirigió suavemente abriendo mi
esfínter introduciéndose hasta que sentí su vello púbico en mis nalgas… Fue una
sensación increíble, sentir cómo su verga frotaba las rugosidades de mi recto.
Salía por completo y me penetraba hasta golpear sus bolas en mis nalgas, y con
cada movimiento un sonoro gimoteo de placer rompía el silencio de la
habitación. Era tan excitante la situación que descuidaba la atención que le
estaba dando a la verga de Eduardo.
Nunca imaginé gozar de tal manera con una verga en el
ano y otra en a boca, con dos machos dotados y calientes, dispuestos a darme
todo.
Sentí a Patricio muy excitado y su pene ganaba grosor,
así es que notando esto, Eduardo se acomodó y me indicó que me montara sobre
él. Me descorchó Patricio e inmediatamente me senté en la verga de Eduardo, la
que entró con mucha facilidad debido al excelente trabajo que Patricio había
echo. Pero como no podía dejarlo solo, se subió a la cama y de pie mientras yo
cabalgaba, empecé a darle placer con mi boca…
Era una situación de fantasía, y de sólo pensar en cómo
sería sentir esas dos vergas enormes juntas en mi culo explotando chorros de
semen, me hicieron llegar al clímax. No pude contenerme y me corrí sobre el
abdomen de Eduardo, el que gemía con cada apretón que mi esfínter le daba a su
miembro. Mientras en mi boca sentía la verga de Patricio que entraba y salía y
su respiración se volvía más agitada. Eduardo tardó unos segundos en venirse y
tomándose de mis tetillas empujó con fuerza hacia arriba y pude sentir los
espasmos de su ardiente lechazo en mi interior. Nos quedamos unos segundos
mientras Patricio se masturbaba frente a mi cara. Pensé que también se venía,
pero acomodándose atrás de mí me levantó un poco de las caderas y yo con las
piernas separadas aún sobre de Eduardo se dispuso a penetrarme. Me eche sobre
Eduardo y me abracé de él, mientras mi pene nuevamente se juntaba con el suyo y
Patricio comenzó una febril cogida, interminable. Eduardo cerraba los ojos y
sus manos abrían aún más mis nalgas, mientras Patricio se acomodaba sobre mí
afirmándose sólo en sus brazos y piernas moviendo sólo su pelvis... Escuchaba
el chapoteo mientras entraba y salía, y en esa posición estimulaba mi punto
“G”, mi próstata, lo que me hizo en unos segundos llegar nuevamente al orgasmo
y me corrí nuevamente. Mis espasmos y lo estrecho de mi ano hicieron que
Patricio en gemidos incontenibles se viniera cargando su cuerpo completo sobre
mí y sobre Eduardo. Pude imaginar la enorme cantidad de semen con la que me
había favorecido, y lentamente salió de mí y se echo a un costado de la cama,
sudado y rendido. Sin decir una sola palabra y sólo dejando escapar un suspiro.
Me quedé unos minutos más en esa posición hasta que sentí cómo se deslizaba
desde mi interior la leche de mis dos machos. Me levanté y vi en los testículos
de Eduardo la enorme mancha blanca que aún se deslizaba, toqué mi ano y seguía
saliendo. Me incliné y comencé a lamer esa leche caliente y espesa, no me
importaba si era de Eduardo o Patricio, ambos sabían igual...
Me fui al baño y me limpié. Mis piernas temblaban.
Toqué mi hoyito y ya no estaba tan cerrado como antes, pero me sentí
satisfecho. Cuando volví a la cama, estaba uno a cada costado, así es que me
eché en medio. Tenía el resto de la noche para elegir si uno o el otro…O ambos.
Patricio se sentía satisfecho, y por lo que comentó
después, yo era tan bueno como Eduardo le había dicho. Eduardo en cambio, se
sentía como el macho alfa, y yo, después de tanto tiempo, tenía a mi
disposición a dos excelentes amantes, viriles y muy bien dotados que me daban
el gusto en todo. Juntos o uno a la vez. Pero lo que no relaté fue cuando
cumplí la fantasía de tenerlos a ambos encerrados en mi ya no tan apretado
agujero…
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