ALBERTO.
Mi tío Alberto, hombre joven y fuerte,
de campo, oloroso a sudor, de manos venosas y fuertes, llenas de cayos, y que
al tocar lastiman, de recio y penetrante mirar, siempre cayado, y como de mal
humor. Cada vez que viene a casa, lo miro y mi corazón tiembla, con su camisa a
cuadros de manga larga, sus pantalones de casimir, obscuro, y sus botas
picudas, en la muñeca izquierda su reloj de pulso, sin ningún otro adorno, ni
cadena ni anillos, y no huele a perfume, ni a desodorante siquiera, su
penetrante olor me hace temblar el corazón, enciende mis sentidos y despertando
en mí las ganas de ser amado por él, o amada ya que cuando lo veo me siento una
frágil mujercita. Desde que se separó viene más seguido a charlar con el abuelo
y con papá, yo lo veo y me siento feliz.
Esta mañana mi abuelo y mis padres salieron
de rápido, viajaron urgente a otra Provincia ya que mi tía Elena, la menor de mis
tíos, murió de un infarto. Mi abuelo estaba inconsolable, al igual que mamá y
papá. Se fueron a acompañarlo, antes de partir mi padre me dijo que llegaría
esa tarde el tío “Beto”: me dio alegría en el fondo, aunque hice gestos de
desagrado. Una vez que se marcharon fui a mi habitación, me bañé y arreglé lo
mejor que pude, me puse perfume del de mi madre, ese que en alguna ocasión
elogió el tío, y me dispuse a esperarlo como una amante que espera a su amado.
Cerca del las 4 de la tarde tocaron a la puerta y el corazón me latió
fuertemente: era el tío. Rápidamente fui, al abrir lo vi parado frente a mí, me
saludó y entró. Ya en la sala le dije que mis papis no estaban ya que se habían
ido al velorio y entierro de mi tía, él se mostro incomodado, y balbuceo que se
marcharía, ya no tenia razón para estar ahí, aunque tenía que hacer algunas compras.
Le respondí que lo entendía, y que lo comprendía, le ofrecí de comer, que mamá
le había dejado su guiso predilecto, el aceptó. Le serví como toda una esposa y
le puse una cerveza fría, me pidió le acompañara, cosa que medio hice ya que le
calentaba las tortillas a cada instante. Él agradeció mis atenciones, y cuando
terminó de comer, se levantó con el firme propósito de retirarse, se despidió
de mí, tomó su chamarra; esa de lana a cuadros que tanto le gusta; y se
encaminó a la puerta…ya se marchaba cuando sonó su cel. Le informaban de su
rancho que hacía falta una vacuna para el ganado y otra para las aves, el anotó
y me pidió lo acompañara a la veterinaria para comprar su mercancía. Nos fuimos
y sorpresa, una de las vacunas estaba controlada y sólo bajo pedido la surtían
y la entregarían hasta el otro día a las 12. Él pagó y prometió que volvería a
buscarla. Ya de regreso me pidió si le permitiría quedarse en casa una noche,
le dije que si, y al llegar le fui a preparar su cama. Nos sentamos a ver la televisión,
él me pidió pusiera una película y aprovechando la ocasión nos pusimos a ver
una muy cachonda. Yo no podía retirar la vista de la entrepierna de mi tío, y
noté como su falo empezaba a despertar, y a medida que la escena subía de
color, el miembro de mi tío se ponía más y más duro. Me levanté y fui a apagar
la luz diciendo que así se vería mejor la tele. No se por qué pero me solté las
tiras de mi pants, y abrí el cierre de la chamarra que tenía, me senté lo más
cerca de él y así en la oscuridad vi cuando mi tío se acomodó su verga con la
mano. Yo me levanté y al hacerlo, el pants se me bajó dejando ver a mi tío mis
redondas nalguitas vírgenes, me iba a subir el pants cuando sentí la mano de
Alberto agarrar mis nalgas con gran ternura, me atrajo hacia él y me comenzó a
acariciar.
Me desnudó y él sacó su verga —Oh Dios! Qué
cosa más linda, grande, gorda, peluda...— Sentí que debía mamarla, nunca lo
había hecho pero lo intenté, la metí en mi boca y comencé a darle placer con mi
lengua, él por respuesta me cargó y me llevó a la recamara que se le había
asignado. Dentro de ella se desnudó totalmente y me abrazó, me beso, no
imaginan la gran ternura de ese hombre para conmigo, sentí gran placer al
contacto de sus boca enmarcada por barba y bigote en mi cuerpo, eran como
toques de electricidad que me hacían suspirar y gemir…mamó mis tetas, besó mi cuello,
me hizo sentir mujer…Sí, la mujer de él. Al mucho rato de estar acariciando y
besando, mis oídos estaban tan calientes que me ardían, mis tetas totalmente
paraditas, mi miembro no… Ese no se paró, no sé por qué pero no se paró, mas
sentía un placer nuevo y desconocido. Mi tío hábilmente me colocó boca abajo y
se subió sobre mí, colocó su verga en la entrada de mi hoyo, separando un poco
mis nalgas, y delicadamente lo sumió poco a poco…me penetraba y yo quería
gritar, nunca había comido el miembro de un macho y menos de ese tamaño y
dimensiones…lloré, si lloré, pero era feliz…el hombre que amaba desde niño me
estaba haciendo suyo. Él, mi tío Alberto era ese hombre. No sé cuanto duró,
pero cuando pasó el dolor y mi recto se acostumbró a su masacrado, me volví
como una puta, y me movía mucho; sintiendo en esa enculada, la gloria; y sólo
reaccioné cuando sentí algo muy caliente que estaba entrando a mis tripas…quise
zafarme pero él me detuvo fuertemente y terminó de venirse en mi cola. Una vez
que acabó, se quedó dentro mío por un largo rato, luego aún erecto, se salió
lentamente para no hacerme más daño. Yo me sentía una mujer desvirgada por el
hombre más activo, varonil y tierno del mundo.
Él al terminar, buscó una toalla y se
limpió su verga, que aún dormida era inmensa. Prendió la luz, y al ver la
toalla me miró y me abrazó susurrando al oído…yo le respondí que sí y todo por
que… “te amo desde niño”…, por respuesta me abrazó y así desnudos nos dormimos.
Al amanecer me volvió a poseer, y yo gocé sintiéndome su amante, su mujer… Me
levanté y le preparé su desayuno. Él sólo me besaba, y me confesó se sentía
apenado, no sabía que dirían mis papis cuando se enteraran. Yo le dije que no
había razón para que lo supieran, eso era de él y mío, y besándolo le dije que
desde ese día él sólo seria mi hombre, que nunca mas nadie me tocaría…él me
besó, y se marchó. Desde ese día somos amantes. Hoy mis papis lo saben pero no
dicen nada. Yo no he tenido a otro hombre que no sea él, mi tío Alberto, el
único hombre en mi vida.
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