Lo que voy a relatar,
sucedió en el verano de 1985, para ser más exacto en Febrero, una semana antes
de que muchas cosas cambiaran.
Pasaba mis últimos días de
las vacaciones en donde una prima de mi madre, en el pueblo; debo añadir que yo
viví gran parte de mi niñez en el campo; y viajábamos a ese lugar ya que mi
tía; así le decía yo a la prima de mi mamá; tenía a cargo un Restaurant donde
atendía a gran cantidad de gente que acudía a almorzar, onces o cena, depende
de la ocasión, y por lo mismo mi madre le ayudaba en esos menesteres. Al frente
del Restaurant, estaba el Departamento de Bomberos del pueblo, y unos pasos mas
allá, el cuartel de la Policía. Un poco mas allá, la Plaza Céntrica, el Banco y
el resto del Comercio. Además, había cerca una Feria con juegos y
entretenciones propias de la estación estival. Al restaurant acudía gran
cantidad de gente: los ejecutivos bancarios, algunos policías y casi la
totalidad de los bomberos del cuartel del frente. Como no era la primera
temporada que íbamos donde mi tía, la mayoría de los clientes eran conocidos.
Como yo era el menor y no
era mi obligación trabajar, me dedicaba a pasear por la Plaza, visitaba a mis
“amigos” en el cuartel de la policía y por supuesto mí preferido, el cuartel de
Bomberos.
Atrás del cuartel, había
una cancha multipropósito, que servía para jugar fútbol, vóley o básquet,
dentro del cuartel había una mesa de billar y una mesa de ping-pong, entonces
para mi era difícil aburrirme cuando iba para allá, además como ya me conocían
todos los Bomberos, era prácticamente la mascota.
A veces en el restaurant
ayudaba a barrer, a poner bebidas en la nevera,
limpiar las mesas o hacer aseo a los baños, todo para no parecer un vago.
Además mis primos y hermanos mayores tampoco ayudaban mucho que digamos en los
asuntos del negocio, en fin.
Los chicos del cuartel de
bomberos tenían edades entre los 18 y 40, pero también había señores mayores
cuya edad yo calculaba cercanos a los 80 años, eméritos sin duda. De los
chicos, algunos ya estaban casados, otros tenían novia. Pero dentro de este
grupo siempre había algunos que destacaban, y en este caso estaba Ricardo, un
moreno de 27 años alto y atlético; Oscar, rubio y de ojos color cielo, piel
blanca y muy apuesto. Aunque tenia unos 23 años, era casado y con un hijo que
era rubio y ojos azules igual que el padre; Gerardo, de unos 40 muy bien
parecido y muy juvenil, y su hijo que también se llamaba Gerardo, de 20 y que
era idéntico a él, incluso los que no sabían su parentesco pensaba que eran
hermanos; y Diego, 25 años, alrededor de 1,75 de estatura, piel blanca, cabello
castaño oscuro corto, ojos pardos; que en el sol se veían muy verdes y cuando
estaba nublado cambiaban a un celeste plomizo. Muy atractivo físicamente,
espalda ancha, brazos y piernas fuertes, muy velludo de pecho, abdomen, brazos
y piernas. Por lo general vestía polera y jeans ajustados, que hacían notar lo
bien formado que tenia su trasero y las redondeces de sus encantos masculinos.
Aunque también, usaba pantalón deportivo o short; que en ese tiempo eran de un
material muy parecido al nylon, que se ajustaba al cuerpo, y que sin duda
marcaban lo bien dotado que el hombre estaba. La excepción era cuando había
algún evento conmemorativo, en el que todos los chicos vestían sus galas:
pantalón blanco y chaqueta roja o verde dependiendo del grado —la chaqueta de
Diego era roja— cinturón ancho y el casco característico de los “Señores del
Fuego”. Era típico que en estos eventos; que se hacían en la Plaza Central;
todas las chicas estudiantes se tomaban fotos con los apuestos voluntarios, y
podría apostar que no había una en el pueblo que no tuviera una foto de Diego,
o con él. El asunto es que sabido era que mí querido amigo era uno de los más
cotizados dentro del cuartel de Bomberos.
A Diego le gustaba jugar al
fútbol, y lo hacía bien: era rápido y astuto, pero yo sólo iba a mirar a los
chicos jugar para apreciarlos con sus tenidas deportivas, con esos
pantaloncillos cortos—similares a los bóxers de ahora— y de ese material suave,
brillante y ajustado. Las poleras eran del mismo
material, y asumiendo que eran calurosas, se las quitaban a mitad del
encuentro, cosa que me dejaba con la imagen de esos cuerpos semidesnudos y
sudorosos en la mente, y que aún puedo recordar con detalles.
Como el pueblo no era muy
grande, habían pocas situaciones de emergencia, sea por accidentes, incendio u
otros siniestros, por lo que los bomberos generalmente eran relajados y había
tiempo para el esparcimiento, eso si, nunca descuidaron sus puestos de
voluntarios.
Diego se movilizaba en
moto, y varias veces me invitaba a dar vueltas por las cercanías, oportunidades
que aprovechaba para aferrarme fuertemente a su cintura y pegar mi pecho en su
espalda; y discretamente, deslizaba mis brazos hasta la altura de su cinturón,
pero con cautela, ocasionalmente mis manos tocaban algo más…
Me gustaba cuando el
llegaba en su moto, la estacionaba y se bajaba, ocasión que aprovechaba para
montarme en ella y hacer como que yo conducía. El sonreía, pero mi intención
era sentir el calor que él dejaba en la moto y que absorbía con mi entrepierna.
Pero sin duda uno de los momentos más eróticos fue cuando me propuso que yo
condujera: No puedo, me da miedo —le dije—. No te preocupes, si yo te
sostengo. Ven, siéntate aquí —me dijo, echándose un poco hacia atrás y
dejándome espacio para que yo me sentara delante de él. Así lo hice, y mientras
él me daba las explicaciones de freno, embrague y acelerador, yo me acomodaba
para quedar pegadísimo a su cuerpo. Él, sin soltar el volante, me hablaba y
seguía dando instrucciones, pero yo no podía concentrarme, menos sintiendo su
abdomen y pectorales en mi espalda y su mejilla pegada a mi oreja:
—No mires la rueda, mira
hacia el frente. — Conserva una sola dirección—. No aceleres y mantén esa
velocidad. —Despacio, debes primero aprender, no es lo mismo que andar en
bicicleta. —Bien, ahora voy a soltar el volante y tú conducirás… Lentamente
soltó el volante y me tomo por la cintura, pero sin separar su cuerpo del mío,
y sin dejar de dar instrucciones: en la próxima esquina vira a la derecha, para
que volvamos al cuartel. —Vamos, tú puedes… — Al llegar a la otra esquina nos
detuvimos, yo temblaba involuntariamente. Él lo notó y me preguntó qué me
pasaba. No lo sé —le dije— deben ser los nervios. El pegó su boca en mi oído y
me dijo: Claro, los nervios de tu primera vez…y se comenzó a reír. Y tenía
razón, era mi primera vez que conducía una moto y mi primera vez con un chico
tan apuesto y tan cerca de mí. Yo sudaba, pero él, de muy buen humor, retomó el
volante y aceleró un poco más. Avanzamos las cuadras que faltaban rápidamente y
llegamos frente al cuartel. El estacionó la moto lentamente y me dijo: ves que
no fue tan terrible, la próxima vez lo disfrutarás más… Sin duda, esas palabras
fueron proféticas.
En el campo tenia dos
“buenos amigos”, Claudio de 15 y Jack de 13, un año más que yo, y el más puto
de todos. Con ellos ya había experimentado el sexo gay: a Claudio le gustaba
que le hiciera sexo oral, y Jack, le gustaba que lo masturbara mientras le introducía
un dedo en su ano; a mí me gustaba verlos…se creían hombres grandes. Por lo
general, llegaba uno de ellos con revistas de sexo explicito hétero, en donde
un hombre bien dotado cogía a una chica, vía oral, vaginal y analmente. Me
excitaba ver como el bien-dotado macho entraba sin problemas dentro de la
chica, pero las veces que Claudio intentó penetrarme, desistí debido al
dolor. Con las revistas nos masturbábamos y jugábamos un poco a realizar las
posiciones y acciones que allí salían, y mientras ellos pensaban y hablaban que
les gustaba la protagonista de la fotonovela, yo pensaba qué tan grande sería
el miembro viril de un hombre adulto, ya que mi pene en ese tiempo media apenas
unos 10 cms, y el de Claudio, el mayor, unos 15 cms.
Cuando tomaba una ducha, me
introducía un dedo en el ano, y me auto dilataba, introduciéndome dos
sentía dolor y cuando lograba introducir tres dedos el dolor era demasiado. En
ese tiempo, mi mejor amigo y confidente fue el mango de un cepillo de pelo, que
por su forma cónica, me iba abriendo de a poco sin causarme daños.
Cuando llegó el sábado, día
que esperaba con ansias, ya que en la televisión iban a transmitir en el
horario nocturno, una película de terror, de esas que ahora por sus efectos
especiales, sólo dan risa, pero en ese tiempo, erizaba los pelos y helaba la
espalda. Estaba más que entusiasmado, ya que mis primos mayores también querían
verla, pero para mala fortuna, en el canal de la competencia, estaría un famoso
cantante, artista por el cual mi tía y mi madre se volvían locas. Y aunque
todos sabíamos, menos ellas, que iba a haber un recital del tipo aquel, no lo
habíamos mencionado, ya que arruinarían la película, pero a mala hora, o en
hora buena, ellas supieron y sentenciaron: “esta noche nosotras veremos televisión”…y
la tan anunciada película, se esfumó de los planes que los jóvenes teníamos
para la noche. ¡Qué frustración! Mis primos no tardaron en ponerse de acuerdo y
planear una expedición a la Plaza Central y a los juegos electrónicos y
entretenimientos, mientras yo, ofuscado, me negué a ir con ellos y me encerré
en el dormitorio.
Frustrado y aburrido, salí
a la calle. En frente estaba la moto de Diego y dos de los chicos conversaban
en la vereda. Me senté en el suelo sin hacer nada más que observar. Debo
admitir que jamás se me pasó por la mente cruzar hacia el cuartel, en eso salió
Diego y encendió un cigarrillo. Noto que yo estaba allí y me hizo una seña con
su mano, a lo que respondí, pero de muy mala gana. Me hizo nuevamente señas,
por lo que me levanté y crucé:
—Qué te pasó?
Nada —le dije— es que
quería ver la película de la Casa Embrujada…y en casa van a ver el recital.
Me miró con los ojos
entreabiertos y con una sonrisa burlona —yo la voy a ver, mañana te la
cuento— me dijo con un tono divertido, pero a mi no me pareció gracioso.
Estuve esperando esa
película toda la semana —me quejé— y ahora no podré verla.
—Pero veámosla acá, te
invito, en el dormitorio hay televisión.
Ver una película de terror,
con Diego, en la cama…que más podía pedir.
Ni siquiera avisé en casa.
Los otros que conversaban animadamente casi no tomaron en cuenta nuestra
conversación, y siguieron su animada charla. Se notaba que ganas de entrar no
tenían mucho tampoco, así es que nos dirigimos al dormitorio, ya casi era la
esperada hora.
El lugar lo conocía bien:
pasando el hall de acceso, hacia la izquierda estaban las mesas de pool y
ping-pong, saliendo hacia el patio la multi-cancha. Hacia la derecha había una
especie de living-comedor-cocina, y las escaleras hacia el segundo piso donde
estaban dos dormitorios grandes y una habitación que se usaba como oficina, y
otra más que pasaba siempre cerrada. Un poco más allá un estrecho pasillo con
un cubículo donde estaba un escritorio, el teléfono y el equipo de radio y los
comandos de la Sirena, al frente, un portal que daba a la sala de maquinas,
donde estaban siempre los impecables Carros. Siguiendo por el pasillo, un
dormitorio pequeño que era para el comandante de guardia, en este caso Diego.
Dentro había una cama pequeña, una especie de ropero y a los pies de la cama
una cajonera que servía de mesa al televisor. Una mesa de noche pequeña y una
silla. Junto a la puerta de entrada, otra puerta que daba a un baño simple, al
frente, una ventana de una hoja. Ese era el mobiliario del dormitorio.
Nos dirigimos por el
pasillo, Diego encendió la luz del mismo y apagó las del living. Le pregunté si
había alguien más, y me respondió que los chicos que estaban afuera y que cerca
de la medianoche deberían llegar los otros voluntarios. Entramos al
dormitorio y me dijo que encendiera el TV, la película aún no había comenzado.
—Acuéstate, o la vas a ver
de pie— me dijo en tono de broma, mientras se dirigía al baño, cerrando la
puerta tras de él.
Me saqué las zapatillas y
me acosté. Acomodé unos cojines para ver mejor. Uf! Que calor hace aquí —dijo
mientras salía del baño. Con agilidad gatuna brincó sobre la cama para alcanzar
la pequeña ventana que estaba más alta, la abrió y con la misma agilidad salto
de la cama. La película estaba comenzando. El se sentó al borde de la cama
mientras daban los títulos; la música incidental ya daba miedo.
—Esto va a estar bueno—
dijo, mientras se levantaba de la cama, daba un poco mas de volumen al
televisor, ponía el seguro a la puerta y apagaba la luz.
—y vas a apagar la luz?— le
pregunté sorprendido
—Obvio!!— Exclamó— si te da
mucho miedo, me puedes abrazar… y rió con ganas.
Se sentó nuevamente en el
borde de la cama, se saco sus zapatillas, y las dejo sobre la silla que estaba
cerca; se levantó y soltó su cinturón, desabrochando su jeans y sacándoselos
con rapidez. Los dobló pulcramente y también los dejó sobre la silla. Luego se
sacó la polera, la que fue a parar al mismo lugar. Se acostó a mi lado
solamente con sus Briefs blancos. Francamente después de eso, la película pasó
a segundo plano. El espectáculo estaba semi-desnudo a mi lado.
Acomodó una almohada para
quedar en buen ángulo, puso su brazo derecho tras de su cabeza y el izquierdo
sobre su abdomen. Como la cama era pequeña, obligatoriamente nos tocábamos,
pero eso no le importaba, ya que no hacia ningún esfuerzo para ponerse más a la
orilla, y yo tampoco, al contrario, me acomodé lo mejor que pude para quedar un
poco mas abajo y poder mirar ese bulto que sobresalía como un cerro en su bajo
vientre.
Yo solamente vestía short y
polera, y estuve muy tentado a sacármela y quedar a torso desnudo como él, pero
me contuve. No podía quitarme el short, porque como este tenía un protector, lo
usaba sin calzoncillos.
A medida que avanzaba la
película, entre gritos, sangre y manifestaciones paranormales, me fui pegando
más a él, hasta que en determinado momento, su brazo izquierdo que estaba sobre
su abdomen, pasó a estar como complemento de mi almohada, tras de mi cabeza,
posición que me obligaba a pegarme cada vez mas a su costado.
Fueron muchas las
sensaciones y emociones, por la película, y por estar en esa situación con
Diego, el atractivo Voluntario De Bomberos.
En cierto momento, la
tensión de la película me hizo “por miedo”, girar hacia mi derecha y abrazar a
Diego con fuerza. Sin duda el también se asustó, porque atinó a rodearme con su
brazo y en su cara se notaba el miedo, estaba pendiente de lo que pasaba en la
película y casi no pestañaba.
Al fin bajó la tensión, y
ambos volvimos a respirar, a la vez que la primera tanda de comerciales
comenzaba, tiempo que Diego aprovechó para ir al baño. Cuando volvió, tomó la
misma posición para que yo apoyara mi cabeza en su brazo.
—Voy al baño también— le
dije, mientras para bajar de la cama, me montaba sobre él. Bien podía haberlo
hecho por los pies de la cama, pero perdería la emoción y el morbo. Cuando
volví del baño, también pasé sobre él.
Empezó nuevamente la
película y nos acomodamos. Pasaron unos minutos y comenzó la infaltable escena
de sexo, el jovencito desnuda a la protagonista; besos, caricias y un coito
bajo las sabanas. El sobre ella hasta simular una eyaculación. Para la época
era muy real, y aunque se notaba que estaba la escena censurada, igual pasaban
cosas, y lo note cuando Diego, sacó su brazo derecho que tenia de apoyo para su
cabeza y lo puso en su abdomen, y su mano disimuladamente acomodaba algo que
sin duda había reaccionado al estimulo visual. Para que no se notara mucho,
supongo, dejo su mano allí abajo. Para mi era una tentación.
Yo estaba tan pegado a su
pecho que podía sentir el latido de su corazón agitado, decidí arriesgarme y
girarme hacia él, mi cabeza casi sobre su pecho y mi mano se posó en su bíceps,
de allí fue bajando lentamente por su brazo, velludo suave y fuerte, hasta
llegar al dorso de su mano. El giró su cabeza un poco y casi toco sus labios
con mi frente, mientras sus dedos comenzaban una suave caricia en mis cabellos,
que me hacían sentir como una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Mi
respiración se agitó y el al darse cuenta me pregunto si estaba bien.
—Quiero tocarte— fue mi
respuesta, arriesgando todo, ya que no sabría cual seria su reacción.
Quitó su mano haciendo que
la mía quedara debajo de la suya, en directo contacto con su miembro aún dentro
de sus Briefs. Lo palpaba suavemente, tratando de adivinar en la oscuridad cual
era su tamaño, textura, color, si seria igual al pene de los modelos que había
visto en las revistas. Lo único que notaba es que estaba caliente al tacto.
Comencé a deslizar la mano hasta su escroto, y volvía hasta su miembro que
descansaba un tanto cargado a la derecha, lo presionaba con suavidad y notaba
que se ponía más duro y grueso con cada toque.
—Te gusta?— me preguntó
casi con un susurro, mientras su respiración se calmaba al punto que me parecía
que suspiraba.
—Sí…qué grande se siente…—
le respondí en el mismo tono, casi un susurro.
Lo tocaba, pero no me atrevía
a dar el siguiente paso: meter mi mano dentro de su slip. Pero él, con su mano
libre; ya que su brazo izquierdo aún me servía de apoyo; bajo su Slip hasta sus
muslos, y con un movimiento rápido de piernas, quedó absolutamente desnudo.
Después entendería el porque hizo eso.
Su miembro estaba duro y
erecto, era mucho más grueso en la base, pero no era mucha la diferencia de
grosor del resto del miembro. En mi mano media una cuarta y tres dedos, lo que
traducido en centímetros eran entre 19 o 20, por lo que pude después medir en
mi casa, y de grosor, 5 centímetros hacia el glande y 6 en la base. Su piel era
muy suave, y cuando corría su prepucio hacia atrás se notaba que el glande se
asomaba con poco de dificultad, y también me lo hacia notar, ya que cuando lo
hice algo brusco, me pidió que lo hiciera con mas suavidad.
Mientras tenía en mi mano
ese enorme pedazo de virilidad, por inercia mi boca comenzó a besar sus
tetillas, eso le excitaba, ya que sentía su pene palpitar en mi mano. Poco a
poco noté que salía del meato su líquido pre seminal, y que ayudaba a lubricar
la suave masturbación que le estaba otorgando. Mientras mi boca y mi lengua
seguían buscando entre los tupidos vellos pectorales, suaves y rizados, de
pronto, tomó mi cara y me dio un beso, largo, apasionado, sentía su respiración
y su lengua entrando en mi boca y sus labios succionando los míos, y su barba;
crecida de un par de días; me raspaba sobre el labio, lo que me hizo dar un
ahogado gemido.
—Te gusta eso…— no alcancé
a responder, ya que me besó con más pasión.
Después de besarnos por
unos minutos, puso su brazo tras de su cabeza, que era una señal clara para que
yo bajara por su abdomen. Comencé de nuevo apretando suavemente sus pezones con
mis labios, pero su mano en mi nuca me comenzó a guiar suavemente hacia su
verga erecta.
Me detuve un poco a la
altura de su ombligo, para poder observar bien lo que me iba a echar a la boca:
un glande redondo y rosado oscuro, una verga maciza y recta. Lo tomé con
cuidado, acerqué mis labios y comencé a besarlo suave, con mi lengua hacía
movimientos circulares sobre el, y comencé gradualmente a introducirlo en mi
boca, moviendo mi lengua como si de su boca se tratara, y aplicando una suave
succión mientras saboreaba el cristalino liquido que salía con generosidad de
su cuerpo.
—Oooohh!, dónde aprendiste
a hacer eso…— decía en un susurro que se confundía con un suspiro.
—Te gusta así?— le respondí
en el mismo tono bajito, sorprendido de hacer algo que me nacía por instinto.
—Siii…me encanta…no te
detengas…—mientras súbitos temblores comenzaron por su cuerpo, a la vez que
comenzó con un suave movimiento pélvico, que hacia entrar un poco mas su pene
en mi boca, causándome algunas arcadas cuando llegó demasiado adentro.
Para evitar ese efecto,
recorría con mi lengua todo su falo hasta el escroto, redondo y bien formado,
de piel gruesa y suave, con abundante vello, y sus testículos que se notaban
grandes y bien formados, que me hacían recordar los genitales de los potros en
el campo.
Seguí con esa faena por
largo rato, dándole placer por mil a mi macho. Diego comenzó a acariciar
mis nalgas sobre el short, y de repente metió su mano dentro y su dedo buscando
mi ano. Cuando intentó introducir el dedo me dolió, porque no estaba dilatado.
—Por qué no te sacas el
short…yo también quiero tocarte…
Me lo quite con rapidez, y
noté que mi pene estaba completamente húmedo, pero no erecto. Comencé a tocarme
pero no conseguí una erección. Mientras Diego insistía con su dedo, pero no
podía insertarlo.
—Relájate…un poquito…
Se ensalivó el dedo medio y
siguió insistiendo, logrando ahora introducir su falange, haciendo suaves
movimientos circulares y ejerciendo un poco mas de presión.
—Espera…me duele…hazlo mas
lento.
Instintivamente, lleve mis
dedos a la boca, sacando un poco del lubricante natural que se formaba de mi
saliva y su líquido seminal, y los lleve a mi esfínter, introduciendo mis dedos
con facilidad. Entonces el buscó mi ano nuevamente y fue introduciendo el dedo
medio que ahora entro completamente. Repetí esta acción varias veces hasta que
Diego logró introducir dos de sus dedos dentro de mí. Mientras seguía
mamando, introducía mi dedo en mi orificio que a veces coincidía dentro con el
de mí excitado amante.
Definitivamente la película
paso a último plano, lo único que quería era sentir dentro y profundo ese
enorme pedazo de miembro; orgullo de mi macho; y sentirme como esas chicas que
había visto antes en las revistas.
Me levante y me senté sobre
Diego dándole la espalda, y comencé suavemente a bajar hasta que la cabeza de
su pene toco mi orificio, y como estaba dilatado, lo introduje lentamente, pero
era demasiado grande y no pude evitar un gemido de dolor, pero seguí y al fin
tenia el glande dentro y las manos de Diego en mi cadera. Con mis manos abría
mis nalgas para que ese portento entrara. Y lo fui logrando, me cargaba sobre
él, de a poco se iba introduciendo hasta que logré sentir su vello púbico en mi
trasero.
Diego gemía de placer
cuando subía y bajaba suavemente, a la vez que de tanto en tanto movía mi
cadera con movimientos circulares, y el apretaba el perineo y me hacía sentir
como se hinchaba en mi interior. Seguí alternando esos movimientos por largo
rato, me había dilatado tanto y sus líquidos me lubricaban, que entraba y salía
con facilidad. Recorría todo su miembro, desde la cabeza hasta la base. Él se
excitó demasiado y comenzó a levantar su pelvis cada vez que yo bajaba, y al
encontrarse nuestros cuerpos hacía sonidos como de chapotear en el agua...me
incliné un poco adelante, afirmándome de sus musculosas piernas y él me
penetraba con fuerza y también movía su cadera en círculos, haciendo que
gimoteara, poniendo en riesgo que nos oyeran.
De pronto se sentó y me
abrazo con fuerza, haciéndome recordar las veces que salíamos en su moto. Tomó
mi polera y la sacó con rudeza. En unos segundos sus manos ardientes
recorrieron todo mi cuerpo, deteniéndose por fin en mis tetillas. Su barba me
raspaba la nuca y los hombros y su agitada respiración estremecía mis oídos.
Lentamente se echó hacia
atrás, quedando yo tendido sobre él, abrí mis piernas y él levantaba todo mi
cuerpo con sus empellones. En esa posición yo ejercía presión con mi esfínter,
me di cuenta que eso le encantaba…
Me abrazó y sin
descorcharme giramos hacia la izquierda. Tomó mi pierna y la levantó un poco,
poniéndome en una posición en que sin esfuerzo con el movimiento de su pelvis
se introducía por completo dentro de mí. Me giré un poco hacía él para quedar
mas cómodo, entonces él tomó mí brazo derecho y lo pasó sobre su cabeza,
buscando mis tetillas y dándome mordiscos y lamidas que casi me dejan
inconsciente de placer. Los pelos de su labio superior y su barba me clavaban y
me raspaban, pero el placer de sentir su lengua húmeda en mi pezón, y sus
labios que me presionaban con suavidad y ternura, eran solo comparables al
placer del masaje furioso que su verga le daba a mi próstata, mi punto G.
Mi potro me besaba con
fuerza, tenía control absoluto de la situación, pero unos sigilosos pasos por
el pasillo nos congelaron…afinamos el oído, los pasos llegaron fuera del
dormitorio. Un par de segundos y los pasos se alejaron por donde venían. Él
salió con rudeza de mí al mismo tiempo que corría a la puerta apoyando su oreja
sobre esta. Los pasos se alejaron y sonó la escalera, el intruso se había ido,
yo me había sentado al borde de la cama, atento a evitar cualquier situación
que pusiera en peligro nuestro “secreto encuentro”. Pero al mismo tiempo
pude admirar con satisfacción el hermoso cuerpo de Diego desnudo: sus piernas
gruesas y glúteos redondos, su abdomen plano y sus pectorales bien definidos
cubiertos de vellos y su verga que aún seguía erecta y que realmente era de
dimensiones envidiables.
—Se fue…no se quién era— me
dijo mientras se aseguraba que la puerta estaba cerrada por dentro. Volvió a la
cama, caminando lentamente.
—Me acuesto de nuevo?—
Le susurré.
—No…ponte en cuatro…mirando
hacia allá.
Le obedecí al instante. Me
acomodé un poco y el acercó su pene a mi ano y me penetró de un golpe. Se
acomodó tras de mí y comenzó con un movimiento rápido de pelvis, mientras me
sostenía con fuerza de las caderas. Tomé sus calzoncillos que aún estaban en la
cama y los amoldé frente a mí. Curiosamente estos no perdían la forma de los
genitales de su propietario, y podía diferenciar perfectamente la silueta del
pene y escroto de mi Hombre en sus slips vacios. Los puse frente a mi cara y
empecé a besarlos, a sentir su suave tela en mis labios y su aroma en mi nariz.
Fue tanta mi excitación en
ese instante que de un golpe mis músculos anales empezaron a contraerse,
haciéndome llegar al clímax más intenso que había sentido y que me recorría
desde los pies hasta el cuello. Fue un orgasmo sin eyaculación, pues mi pene no
estaba erecto, pero la sensibilidad de mi recto se hizo tal, que podía sentir
la palpitación de la verga de Diego dentro de mí. Lejos de relajarme, quería
más…
—Mi amor…no me
esperaste…quería que acabáramos juntos…— Me susurraba mientras me descorchaba
con suavidad. Yo me sentía culpable.
Me acostó de espaldas y
puso mis piernas en sus hombros. Se inclinó hacia delante y con su mano busco
mi orificio, encaminando después su miembro y entrando con fuerza me penetro
hasta los vellos de su pubis.
—Que estás estrechito, mi
vida. Eso me gusta…y me gusta que cuando me tengas dentro me aprietes más…
Yo le obedecía, quería
complacer a mi potro en celo y que él sintiera lo que yo estaba sintiendo.
—Oooh…eso me gusta…eso me
gusta…— repetía a la vez que aceleraba cada vez más sus movimientos, mientras
yo lo abrazaba y sostenía.
No pasó mucho cuando sus
movimientos se hicieron más intensos y pude sentir sus espasmos dentro de mí, a
la vez que me inundaba con el calor de su semen, sentía como palpitaba en mi ano
a la vez que un ahogado gemido me confirmaba que había llegado al clímax…se
cargaba sobre mi con tal fuerza que el roce de su cuerpo me lanzó nuevamente
por las nubes y logré otro orgasmo.
Entre los gemidos
silenciados por nuestros besos, se quedo así un rato, dentro, calmado,
satisfecho…
—Te gustó lo que acabamos
de hacer?— Susurro en mi oído, y se quedó como esperando una respuesta…
—No sabes mi amor cuantas
ganas te tenía…cuanto tiempo soñando con este momento…me encantas, me encantó
como me hiciste tuyo…
Me dio otro beso y noté que
fue con ternura. Se retiró de mí quedando de pie. Yo me senté rápidamente y lo
abracé por la cintura, quedando su pubis frente a mi pecho, y lo besé con la
misma ternura, mientras él me acariciaba…
Tomé su mano y atiné a
besarla en la palma…Años después me enteraría que ese gesto significa profundo
agradecimiento…
Con su verga ya en estado
de reposo, se dirigió al baño, lo sentí orinar y luego correr el agua. Me dijo
que se estaba lavando. Eso no me ofendió, pues yo hice lo mismo, entre al baño
y sentí como algo caliente corría por mi pierna…era la eyaculación de Diego,
tan abundante que por fuerza de gravedad salía de mi recto. Me lavé y volví a
la cama. A todo esto la película ya había terminado, y Diego yacía acostado
como al comienzo, con sus Briefs blancos. Me vestí y me acosté a su lado
nuevamente.
—Me tengo que ir— le dije
mientras acariciaba nuevamente su cuerpo, no quería que esa escultura perfecta
se me olvidara.
—Quieres que te vaya a
dejar?
—No te preocupes, recuerda
que sólo tengo que cruzar la calle.
Él rió y me abrazo. —Me
robaste el alma— dijo y me besó en la frente.
—Quiero que esto se repita—
le dije y él asintió.
—Seguro que si…pero
recuerda que será nuestro secreto y nadie puede saberlo…
—Nadie lo sabrá… (Hasta
ahora)
No quería despedirme, pero
debía. Salí sigiloso y crucé la calle. No había nadie, pero se sentía música
proveniente de la Feria de entretenciones.
Entré a la casa, la tv
estaba encendida, mi tía y mi mamá seguían disfrutando del recital del
cantante…los otros aún no regresaban. Entré a mi dormitorio y me acosté de
inmediato. Ellas no se habían percatado que no estaba.
Mi cuerpo tenía impregnado
su aroma, su perfume en mis brazos y cuello, el olor del macho en celo impregnado
en la piel. Me dormí sin dificultad hasta el otro día.
Cuando desperté, toque mi
ano que estaba hinchado y adolorido. Fui al baño y noté que mi cara y labios
estaban irritados, al igual que mis tetillas, producto de sus besos y de su
barba sin afeitar. Mi short tenía notorias manchas blanquecinas. Me duché y me
cambié ropa. Me sentí avergonzado, qué pasaría si me preguntaban que había
sucedido en la noche? Afortunadamente nadie me preguntó. Cuando salí a la
calle, la moto de Diego seguía ahí, pero no encontré valor para cruzar al
cuartel. Estuve todo ese día pensando en lo que había sucedido, no fue un
sueño, en realidad había sucedido.
En la tarde recibí una
noticia que me esperaba: las vacaciones habían terminado y al otro día
deberíamos volver al campo. Esa noche Mi Amante no volvió. El lunes, después de
almorzar, comenzamos a arreglar los bolsos para irnos, pronto comenzaría la
escuela y la rutina del año. No me quería ir sin despedirme y prometerle
a Diego que volvería por él…para sentirlo nuevamente. Pero él no llegó a
tiempo. Ya cuando íbamos en la camioneta, divisé su moto que venía, pero él no
me vio. Fue la última vez que lo vi.
En la semana ya de vuelta
en el campo, no podía sacármelo de la mente, ni siquiera me junté con mis
amigos para no tentarme en corromper el lugar que por opción propia, sólo le
pertenecería a mi Diego.
El domingo siguiente, al
atardecer, todo cambió. Un terremoto que azotó la zona central destruyó gran
parte de todo lo que conocía: la antigua casa de adobe donde vivía, el colegio,
el almacén del barrio. Incertidumbre…varios días después se supo que en el
pueblo, el fuerte sismo hizo colapsar el restaurant por completo, loza,
adoquines, murallas. El cuartel de Bomberos sufrió graves daños: el segundo
piso colapso por completo, algunos muros del viejo inmueble también cayeron, y
la multi-cancha de baldosas quedó agrietada en su totalidad. Eso es lo que
supe, afortunadamente no hubo heridos ni victimas fatales, pero mi Añorado
Cuartel de Bomberos quedó inhabitable. Poco tiempo después seria demolido y
reubicado. Ahora en el lugar hay un supermercado, y el restaurant pasó a ser un
Centro Médico.
Mi tía emigro hacia el sur.
Por mi parte, nos mudamos a la casa de mi abuelo, en otra ciudad, que quedó
estoicamente en pie.
Nunca más volví al
pueblo…nunca más supe de Diego, que ahora debe estar en los 53 años. Pero
siempre hay aromas y situaciones que me hacen recordar al Hombre que me hizo el
amor por primera vez. Mi amado Bombero, mí amado Diego, el hombre más deseado,
y que me poseyó con toda la ternura y pasión que hasta ese momento
conocía.
Pero…
Es verdad esa historia? porqué no lo buscaste despues, Yo no lo habria dejado nunca...Buena la historia, un abrazo y un besito..
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