Mi primo Leo…
Recuerdo mi niñez viviendo en la casa de mi abuela, ya
que mi madre trabajaba como empleada puertas adentro y sólo llegaba los fines
de semana. Compartíamos la casa con Leo, mi primo mayor, de 16 años y
Jeannette, su hermana, mayor de edad y que trabajaba y sólo llegaba a casa por
las noches. Yo tenía 8 años y hasta ese entonces no había conocido a una
persona tan gritona, histérica, cruel y autoritaria como mi abuela, que para
hacerse respetar no escatimaba en coscorrones y tirones de oreja. Tenía la
señora una habilidad gatuna para pillarnos y darnos nuestro merecido, a mí o a
mi primo dependiendo de quien se había portado mal según su acotado parecer.
Pocas veces reía, y cuando lo hacía me ponía los pelos de punta, ya que su risa
poco tenía que envidiar a los de las brujas de los cuentos de la televisión.
Cuando hablaban de abuelitas uno se imaginaba una gentil viejecita que horneaba
pasteles y galletas, pero mi abuela era todo lo opuesto.
Mi primo adolecente era para mí un ejemplo; lo
encontraba guapísimo, varonil, masculino, y el único capaz de contradecir
algunas veces a mi abuela… para mí era un héroe. Muchas veces jugaba con él a
la Lucha Libre, en la cama, y siempre era doblegado por su fuerza y por su
envergadura física, siempre me ganaba. Pero me encantaba ese roce de cuerpos
que no me explicaba porqué me gustaba. Lo quería casi como un hermano,
compartíamos dormitorio, y varias veces cuando se cambiaba de ropa pude verlo
desnudo; su muslos bien formados debido a su afición al futbol, sus bien
marcados bíceps a pesar de su edad, su marcado abdomen y su piel morena y
cabellos negros bien cuidados. Aunque era pudoroso cuando se cambiaba la ropa
interior, igual pude ver en varias ocasiones su miembro, muy delgado y largo,
casi a la mitad de su muslo, de piel oscura y con un simpático movimiento
pendular mientras caminaba desnudo. Y en las mañanas cuando se levantaba al
baño, no podía disimular la erección que levantaba su slip casi groseramente,
por lo que antes de levantarse, se lo acomodaba bien hacia un lado, pero igual
se notaba. Y cuando usaba sus short a la
cadera, un surco de pelos negros bajaba desde su ombligo hasta perderse en su
bajo vientre, donde se encontraban con una buena cantidad de tupidos pelos
negros que rodeaban todo su sexo. Yo guardaba sus secretos, como cuando fumaba
a escondidas o cuando se conseguía alguna revista “no apta para menores”— me
decía él— y se encerraba en la pieza y yo lo dejaba tranquilo; cuidando de que
mi abuela lo fuera a sorprender.
Cierto día de verano, cuando escuchamos el llamado
para ir a almorzar, mi abuela estaba extrañamente de buen humor, pero le duró
sólo hasta que sirvió el plato y vio mi cara… yo odiaba el pescado y el guiso
de verduras, y el arroz lo comía por obligación. En cambio Leo encontraba
exquisitos los platillos preparados por la abuela…
—…Abuela… no me gusta esto…
—…¡¡¡Te vas a comer todo eso que está en el plato, no
te mueves de la mesa hasta que yo vea ese plato vacio…!!!— fue el grito de la
señora…
—Come enano… si no está tan malo…— me consoló Leo,
siempre me dijo enano.
—…¡¡¡Cómo que no está tan malo…!!! Yo me esmero
preparando todos los días la comida…— fue el siguiente grito de la abuela.
—Lo sé “abue”, a mí me encanta lo que cocinas…— la
aduló Leo mientras comía rápidamente… Como respuesta recibió una mirada de
aprobación, en cambió para mí, fue una mirada fulminante…
Decidí comer lentamente, era preferible eso a que mi
querida abuela me diera con su mano. Apenas había comenzado mientras que Leo
terminaba su último bocado…
—Estaba delicioso “abue”, gracias…
—Oh, mi niño, no se levante que tengo una sorpresa
para los que se coman toda la comida…
Y levantándose abrió el freezer y le sirvió a mi primo
un plato de duraznos al jugo con crema, que parecía un huevo frito, pero más
delicioso… Leo no tardó en acabárselo también y después de limpiarse los
bigotes como un gato, le agradeció nuevamente a la abuela. Pidió permiso y se
levantó…
—Come enano, los duraznos valen la pena…— me dijo
alborotando mi pelo y saliendo rápidamente al patio. Mientras yo ya no podía
más, y mi abuela no me quitaba los ojos de encima, creo yo con ganas de darme
la comida ella misma…
—…”Abue”… está rico, pero no puedo más, estoy
satisfecho…— le dije tratando de agradar.
—El niño no se comió toda la comida, entonces si está
satisfecho no comerá postre…— fue la respuesta de mi abuela, que se levantó
tomó mi plato y me hizo salir al patio… Qué coraje y rabia sentía, cómo podía
ser tan mala con un niño tan cordial como yo…
Pero tenía un plan: sabía que la siesta de media tarde
era imperdonable para la abuela, por lo que sólo debía esperar a que se fuera a
su dormitorio y podría asaltar el freezer y sacar mi ración de duraznos.
Me quedé un rato en el patio, observando. Leo, que
estaba bajo un árbol en el césped conversaba con Fabio, un chico de su edad y
que era de su equipo de fútbol. Era habitual verlos conversando juntos y a
veces desaparecían por horas, así que no era una complicación. Mi abuela
terminaba de ordenar la cocina, así que en cuestión de minutos se iría a su
cuarto. Y así fue…
Minutos más tarde, entré sigilosamente a la casa y mi
abuela estaba en su cama dispuesta a dormirse. Me quedé otro instante hasta que
sus ronquidos me indicaron que ya no era un problema. Leo seguía con Fabio en
el patio, pero no podía arriesgarme a robar mi postre y servírmelo en la
cocina, menos salir afuera por el riesgo que Leo me delatara, y como debía
hacerlo absolutamente en secreto, me fui a mi dormitorio y no encontré nada
mejor que esconderme en el ropero antiguo que estaba a los pies de ambas camas…
Mmmh! Qué delicia… Disfruté de mi ración de duraznos y
crema escondido en el ropero, tratando de no hacer ruidos, casi en la penumbra
ya que sólo deje la puerta abierta unos centímetros para vigilar si alguna
situación de “riesgo” se sucedía…
Terminé mi último bocado e incluso me di el lujo de
pasar la lengua al plato, cosa impensable en presencia de la abuela. La primera
parte de mi faena estaba concluida, ahora sólo tenía que salir, lavar el plato
y guardarlo y después poner cara de inocente el resto del día, pero unos
sigilosos pasos se acercaban por el corredor…
Me quedé inmóvil y casi sin respirar, ya que los pasos
entraron al dormitorio. Escuché cerrar la puerta y el seguro de la misma sonar,
y ya en el campo de visión desde mi escondite; entre las dos camas, divisé a
Fabio, y tras de él a Leo. Sentí alivio ya que no era mi abuela, pero igual no
podía delatar mí presencia y sólo me dediqué a observar…
Repentinamente estos dos se fueron acercando hasta
quedar uno en frente del otro y comenzaron a acariciarse y a mirarse a los
ojos, hasta que se abrazaron y se fundieron en un apasionado y caliente beso de
lengua, y seguían acariciándose como si fueran novios.
No se despegaban de los labios hasta que comenzaron
ambos a quitarse la polera para quedar a torso desnudo y sólo con sus shorts, y
seguían besándose apasionadamente. Siguieron así por unos minutos tocándose y explorándose
mutuamente. Yo miraba y no podía creer lo que veía.
Me di cuenta que mi boca estaba abierta y tragué
saliva. Leo bajó por el torso de Fabio, y por su abdomen para detenerse sobre
su bulto, el que comenzó a besar sobre el short, mientras Fabio miraba hacia
arriba y tomaba la cabeza de Leo, pero este comenzó a desnudar a su amigo, que
incluso se apoyo en mi primo para quitarse completamente su pantalón corto.
Totalmente desnudo se subió a la cama y se puso en la
orilla en cuatro patas. Leo se dobló sobre él y comenzó a besarlo por la
espalda hasta que se detuvo en su trasero. Esa imagen me causó risa y asombro:
¡Qué le hacía Leo en el trasero a Fabio! Desde mi escondite escuchaba ahogados
suspiros de Fabio, el que puso su torso en la cama y con las manos se abría las
nalgas. Leo cargaba su rostro en ese redondo trasero y de vez en cuando,
lanzaba escupos en el para seguir lamiendo con avidez.
Sentía mi rostro arder, cuando repentinamente Leo se
incorporó y susurró algo a Fabio, quien también se incorporó y se arrodilló
frente a mi primo. Pude notar que su short se levantaba notoriamente hacia
delante, y Fabio puso su boca sobre ese bulto y chupeteaba sobre la tela. Subía
y bajaba por el surco de pelos que bajaba desde el ombligo de Leo y que a mí me
gustaba tanto. Lentamente Fabio fue jalando el short de Leo hacia abajo
dejándolo sólo en calzoncillos, y enseguida bajó el calzoncillo, y pude ver
como saltaba hacia delante el largo y delgado miembro de mi primo, oscuro y
curvado hacia abajo, pero que ahora estaba duro y erecto. Fabio lo tomó en su
mano y aprecié cómo lo jalaba descubriendo la cabeza un poco más roja que el
resto de la piel. Leo lo tomó por la nuca y este se introdujo el sexo de mi
primo en la boca, como su fuera un chupete, y comenzó a tragarlo y a sacarlo
sucesivas veces, mientras Leo miraba hacia el techo y se mordía el labio
inferior. Podía ver cómo se inflaban los mofletes de Fabio mientras introducía
la verga de Leo por completo en su boca.
Mi corazón quería salir de mi pecho y sentía la boca
seca, aunque trataba de respirar lentamente para no meter ruido y ser
descubierto. Habían pasado ya unos minutos cuando Leo se hizo hacia atrás
bruscamente (tardé en entender por qué), pero Fabio siguió de rodillas. Sólo
pude escuchar un “ya…” y a esta orden Fabio se puso de pie y se sentó en la
cama, mientras Leo terminaba de quitarse la ropa que estaba en sus tobillos. Se
acercó a Fabio y este cayó de espaldas. Leo se acostó sobre él y le dio un
beso. Algo le habló al oído, y Fabio levantó sus piernas. Leo se incorporó y
las puso sobre sus hombros, y con su mano apuntaba su verga hasta donde minutos
antes había lamido y escupido. Distinguí desde mi escondite cómo la larga,
delgada y oscura verga erecta de Leo se perdía en el interior del culo de
Fabio. Un ahogado “Ay…” dejaba salir
Fabio cada vez que Leo lo embestía, primero suavemente y después con fiereza…
Mis piernas temblaban y un extraño cosquilleo
agradable sentía en mi propio sexo. Fueron un par de minutos de movimientos
suaves hasta que Leo empezó más y más rápido con sus estocadas. Escuchaba un
chapoteo y cuando chocaban ambos cuerpos, hasta que Leo en un ahogado susurro
se cargó con fuerza sobre Fabio, y los músculos de sus nalgas se marcaban notoriamente
cuando apretaban, al igual que sus muslos que se marcaban notoriamente húmedos
con sudor… Se quedó así un momento y se puso de pie. Yo estaba tan tenso que
inconscientemente dejé escapar un suspiro. Pude ver que el miembro de Leo ahora
estaba como lo recordaba; lacio y largo casi a la mitad de su muslo.
Algo susurraron, mientras Leo alcanzaba un trozo de
papel higiénico y se limpiaba la verga, mientras Fabio con otro trozo se
limpiaba el abdomen y pecho, y también el ano…
Se vistieron apresuradamente y se sentaron ambos en la
cama. Hablaban pero no pude escuchar qué decían.
Fabio ordenó la cama y tomó los papeles que habían
usado, mientras Leo abría la puerta con sigilo y miraba por el pasillo. Salieron
sin hacer ruido en absoluto. Desde mi escondite se escuchaban los sonoros
ronquidos desde el dormitorio de la abuela.
Me quedé escondido por unos minutos, no podía ordenar
mis ideas ni comprender del todo lo que había visto. Leo no se podía enterar
que yo estaba escondido en el ropero, por lo que con el mismo sigilo con que
ellos salieron, fui abriendo la puerta del ropero y percibí en la habitación un
olor cargado, pero agradable. Me dirigí a la cocina, mis piernas aún temblaban,
lavé el plato y lo guardé. Salí al patio, pero Leo y Fabio no estaban.
La imagen de los dos se repetía una y otra vez en mi
cabeza, mientras estaba a la sombra del árbol. En eso llegó Leo, venía de la
calle y al verme allí, se sentó a mi lado…
—…Qué pasa enano…?
—…eh…nada…
Leo se acostó en el pasto y yo me acosté poniendo mi
cabeza en su abdomen, sin decir nada… sólo cerré los ojos para sentir cómo la
suave respiración de mi primo Leo hinchaba su abdomen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.
Este será publicado de inmediato.
Sigue comentando y disfrutando de las Entradas de SECRETOS & FANTASIAS.