TARDE DE DÍA
FERIADO…
Soy supervisor de
producción en una empresa y parte de mi trabajo es también dar una chequeada a
planta los feriados. Un sábado vi a Alfredo, el vigilante nocturno, cojeando y
al preguntarle qué le había pasado, me dijo que lo habían lesionado en el
partido de futbolito que había jugado el día anterior. Hice comprar unas
pastillas y un gel para golpes y se lo hice llegar con las indicaciones. Al día
siguiente, luego de terminar mi rutina de trabajo, me acerqué a la habitación
de Alfredo para ver como seguía. Me dijo que algo mejor, pero aún no del todo
bien. Le pregunté si el gel le había hecho efecto y me dijo que no se lo había
aplicado, pues la zona que le dolía era la espalda… Le dije que yo le aplicaría,
pues ese gel era muy bueno. Ingresé a su habitación; estaba muy limpia y
ordenada, y él parecía que recién salía de la ducha, pues el aroma a jabón
brotó de su cuerpo cuando se sacó el polo. Alfredo era un norteño de 35 años,
mas o menos de 1.75 mts, trigueño, musculado, muy serio de rostro y responsable
en su trabajo.
Alfredo se echó sobre su cama y aprecié su
espalda ancha y fuerte, muy velluda en la parte baja de la espalda, empecé a
masajearlo con el gel en silencio. La verdad yo estaba disfrutando con esa piel
bajo mis manos, pero no quería excitarme, pero de pronto Alfredo gimió bajito…
yo continué con el masaje y él seguía gimiendo bajito… De improviso y para mi
sorpresa se bajó el buzo y dejó expuesto su culo poderoso, fuerte, velludo y me
dijo que por favor le masajeara todo, que le dolía toda la parte de atrás desde
la nuca hasta abajo. Asentí y mis manos bajaron a sus nalgas y las masajeé con
ganas, el tipo era delicioso, y gimió otra vez, se sentía muy rico acariciarlo, sentir su carne, sus vellos… Con
estudiado disimulo dirigí mis pulgares a su ano, él gimió y abrió las piernas…
Ufff! su ano peludísimo quedó expuesto a mi vista, y allí si ya no podía
disimular mi excitación…
Sentí mi pene
engordar bajo mi bragueta y mi mente deseaba a Alfredo y su culo. Sin disimular
nada ya, mi pulgar dedeó su ano y él abrió aún mas las piernas, mayor señal de
aceptación ya no podía tener, y apresurado me bajé el pantalón y me eché encima
de él… Mis bolas ahora sentían la tibieza de sus nalgas, mi verga erecta
babeaba de gusto a su contacto con la raya que lo partía al medio… Suavemente
dirigí mi cabezón a su orificio y otro gemido fuerte emitió Alfredo, sé cómo es
esto y yo sabía que él lo disfrutaba.
Suavemente y con
mucho cuidado empecé a penetrarlo, pues mi pene es bastante grueso, su ano estaba
cerradito… Seguí suave, suave, hasta que mis pendejos rozaron sus nalgas. Me
quedé quieto por un momento disfrutando de esa tibieza y humedad que me ofrecía
su culito. Despacio lo agarré de la cintura y con cuidado hice que se levantara
hasta ponerlo en cuatro patas casi al borde de la cama. Me paré en el suelo y
siguiendo así pegados, le pedí que él se moviera, que fuera él el que se
penetrara, yo no quería darle dolor… Él entendió muy bien pues inició un
delicioso mete y saca que me hacía desesperar, y mas aún cuando el gemía. De
verdad tener a este macho norteño retorciéndose de placer con mi verga abarcada
por su ano era un placer indescriptible para mi. Le besé la nuca y dirigí mi
mano a su verga, estaba dura, caliente, y lo empecé a masturbar muy despacio.
Él giró su rostro hacia mí y me pidió que lo besara… Lo hice y eso nos excitó
más aún: su verga babeaba mi mano, mi verga latía en su ano, con mi otra mano
acariciaba todo lo que podía de ese cuerpo. De repente me percaté de un espejo
en la pared q reflejaba el rostro excitado de Alfredo y mi cuerpo fuerte y de
piel clara poseyéndolo.
Su ano apretaba
cada vez más, y ya mi verga entraba y salía produciendo el chapoteo cremoso de
mis líquidos en sus nalgas… De pronto su verga que estaba caliente, húmeda y
dura latió y chorros fuertes de leche mojaron mi mano… eso fue el detonante
para que su ano también latiera y sintiera yo nacer en mis testes un orgasmo
furioso… Lo atraje fuerte hacia mi cuerpo mientras mi semen salía mojando su
interior y su leche a borbotones caía en mi mano y sobre la cama. Fue un
orgasmo espectacular, lo abracé fuerte y me quedé quieto echado sobre él un
rato. Mis labios saboreaban ahora el sudor de su espalda.
Luego me levanté y
me duché en el baño de su habitación. Al salir, él sentado y con expresión
triste me dijo:
—…Me despedirá?...—
…No!... —le
respondí— cómo se te ocurre? lo abracé fuerte y le dije que sería nuestro
secreto.
Vinieron muchos
feriados después, que con él eran intensos y deseados, hasta que años después
un tío suyo falleció y le dejó unas tierras de cultivo en el norte, él tenía
allá también su esposa e hijos y partió a un buen futuro…
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