7/5/18

MI PRIMO, EL MARIACHI...(RELATO)

Mi primo el Mariachi.



 Se planeó una reunión familiar con el objetivo de celebrar el cumpleaños de mi octogenaria abuela, y la idea era que la mayor parte de la familia asistiera. Ella vivía aún en la antigua casa en el campo, lugar que recuerdo bien ya que solía pasar mis vacaciones de verano allí.

Viajamos temprano, mis padres y mis dos hermanos menores, ya que era un camino de unas cuatro horas en vehículo. Cuando llegamos, ya estaban allí mis tíos y primos, afanosamente preparándose para la celebración que sería esa misma noche. En lo personal, no me gustaba la idea de quedarme por mucho tiempo, ya que tenía mi ambiente y amigos en la ciudad, y en realidad no compartía mucho con el resto de mis primos y tíos, debido a la distancia, de espacio y tiempo.
Cuando llegamos, saludé a la abuela y al resto de los que allí estaban, luego me puse a recorrer el lugar. Aunque hacían sólo unos meses que había estado allí, pude cerciorarme y con satisfacción ver que no había cambiado mucho.
Ya al anochecer, y en el largo mesón con mi abuela en el lugar de honor y preparados para la cena, vino la sorpresa… Entró por el costado un trío de mariachis, con impecables trajes e instrumentos, e interpretaron para mi abuela y los asistentes lo mejor de su repertorio. Mi sorpresa fue reconocer a mi primo Iván, uno de mis primos mayores y que hacía unos 10 años que no veía. Él se fue de la casa a los 18 años; enamorado y con ganas de formar una familia había emigrado al sur.
Fue una ovación general por cada tema interpretado, y debo reconocer, cantaba muy bien.
Iván era diez años mayor que yo, y lo que recuerdo de él era cuando nos bañábamos en el rio cercano y él cuidaba de los más pequeños, o subiendo a los altos nogales con agilidad, para mover las ramas con fuerza y una lluvia de nueces cayendo sobre nuestras cabezas. En ese tiempo no era muy alto, pero sí muy delgado y fibroso. Había cambiado; su piel estaba más morena y estaba incluso con un par de kilos de sobrepeso, pero enfundado en ese ajustado traje color beige se veía muy bien. Llevaba ahora el cabello muy corto, pero del mismo negro azabache, y una bien cuidada barba de candado que le daba un brillo especial a su rostro y a sus ojos.


Después del brindis, Iván se acercó a saludar a mis padres, ya que aún no les había saludado; a mis hermanos y cuando se acercaba me levanté para poder saludarlo:
—…Nico… ¡Cómo has crecido…! Si estas más alto que yo… — me dijo mientras me daba un apretado abrazo.
—Cuanto tiempo… ¡Qué sorpresa te tenías guardada…! No sabía que cantabas tan bien… Felicitaciones, lo haces magnifico…— le contestaba mientras le devolvía un afectuoso abrazo.
—Y ¿Hace cuanto que volviste?, porque lo que se es que te habías radicado en Valdivia.
—Llevo un par de semanas, y creo que ahora es definitivo, ya no soportaba un día mas a “la bruja…”— dijo haciendo un gesto con las manos. Pero eso ahora no es tema —continuó— Ahora sólo debemos pasarlo bien…
—Me da gusto verte… De verlos a todos — dijo con su mano en mi hombro — Pero por ahora, debo ir a quitarme este traje que ya no me deja respirar… y si voy a portarme mal, no quiero ensuciarlo…— dijo en tono de broma y se alejó pidiendo permiso…
Debo reconocer que sentí una inmediata atracción por Iván, que a sus 28 años era ya todo un hombre; fornido, guapo, atractivo. Todo un espécimen masculino, y con ese traje de mariachi se dibujaban perfectamente  las redondeces traseras, sus macizos muslos y un enorme paquete que se veía duro y que dejaba poco a la imaginación. Todo un deleite a la vista de quien como yo, disfrutaba de la anatomía masculina.
Volvió a los pocos minutos vistiendo jeans, polera y una chaqueta de cuero café tipo “bomber”… todo una delicia…
Compartí y conversé con mis tíos y con el resto de mis primos, pero sin perder de vista a mi primo Iván, que compartía alegremente con todo el mundo. La noche transcurrió rápido y algunos de mis tíos se fueron retirando. El reloj había dado medianoche hacía ya un par de horas, pero los que quedaban aún en la fiesta estaban muy encendidos. Salí un rato al patio y caminé hacia una higuera. Encendí un cigarrillo y aproveche de despabilarme un poco, ya que había bebido un par de copas y estas estaban haciendo efecto. Me disponía a encender otro cigarrillo cuando alguien se acercaba entre las sombras…
—… ¿Quién está ahí…?— preguntó Iván con un tono de voz entre asustado y ebrio.
—… Soy yo… Nico…
—Y qué estás haciendo ahí… Me asustaste, pensé que era un ánima…— decía mientras se acercaba con confianza.
—Salí a tomar aire fresco y a fumar un cigarrillo…
— ¡Eso sí que es una contradicción…! O sales a fumar, o sales a tomar aire… pero no creo que puedas hacer las dos cosas al mismo tiempo…— me dijo, y le encontré razón.
—…Yo sólo salí a fumar…— me dijo mientras me ofrecía uno de sus cigarrillos…
—Nicolás… —hizo una pausa breve— ¿Te saludé, verdad?
—Eh… Sí… nos saludamos adentro…
—Pues te saludo de nuevo…— me dijo y antes de terminar la frase ya me tenía rodeado por sus fuertes brazos y apretándome fuerte contra si…
—Que “crecidote” que estás, todo un hombre…y tan guapo como tu primo Iván…— dijo en tono de broma y en auto-referencia…
—Tú si que estás… crecido…— casi se me escapa decirle lo guapo que lo encontraba.
Me apretó más fuerte y me levantó del suelo a la vez que me dejaba un sonoro beso en la mejilla, pero muy cerca de mi boca. Pude sentir su aliento etílico y la dureza de su pecho contra el mío. Cuando me bajó, involuntariamente rocé su bulto… pensé que él no se dio cuenta.
Me sentí tenso y encendí un cigarrillo, mientras Iván encendía otro. Traté de relajarme y nos pusimos a conversar. Desde el lugar donde estábamos nadie nos veía, pero nosotros sí veíamos todo. Haciendo recuerdos de la niñez y de los veranos pasados avanzó el tiempo. Varios cigarrillos después, Iván me dijo que iría adentro para traer un par de tragos, como ya me sentía mejor le dije que bueno. Tardó un momento y ya estaba de vuelta con dos vasos llenos. Me pasó ambos vasos mientras él se alejaba unos pasos. Me quedé mirando mientras sacaba su miembro y orinaba ruidosamente. La silueta de su miembro grueso se dibujaba perfectamente, mientras que su orina hacía un gran charco en el suelo. Después de un ruidoso sacudón, lo guardó dentro de su pantalón… ¡Qué regalo me había dado! Mostrarme su verga, aunque no fuera directamente.
Le pasé su vaso y me apuré en beber unos sorbos del mío, pero él me detuvo…
—…Momento… brindemos por nuestro reencuentro…— he hicimos un salud chocando los vasos…


Conversamos mucho más, del pasado y del presente, me contó que se separó de su mujer, que había dejado de amarla. Que era demasiado joven cuando tomó la decisión de irse con ella. Que muchas cosas cambian, y siempre hay que estar atento a los regalos y señales que la vida nos da… O había sufrido mucho, o estaba tan maduro, pero sus palabras me hacían mucho sentido y me agradaba cada minuto más estar con él…
Llegó un momento en que estábamos tan cerca el uno del otro, que casi nos tocábamos con el pecho, y sólo nos miramos sin decir nada…
Incontrolablemente me puse a temblar, y él lo notó…
— ¿…Qué le pasó…?— me preguntó con ternura.
—…No lo sé… me dio mucho frio…
Recorrió mis brazos con sus manos hasta encontrar las mías. Las tomó y las juntó frente a su pecho rodeándolas con las suyas…
—…Tienes las manos muy heladas…— me dijo, mientras las acercaba a su boca y comenzó a calentarlas con su aliento… mis temblores se hicieron más incontrolables.
Suavemente las dejó, a la vez que tiraba de su polera dejando su abdomen al descubierto… luego volvió a tomar mis manos frías y las llevo a su propio cuerpo, a su abdomen duro y ardiente… con timidez comencé a acariciar su barriga, mientras él se apoyaba en un grueso brazo de la higuera…
—…Se siente mejor…
—…Si… siento increíble…— le contesté mientras me acercaba más…
Podría haber pasado cualquier cosa si no hubiese sido quebrado ese momento por la voz de una de mis tías que nos llamaba, para decirnos que ya todos se iban a acostar y que entráramos a la casa porque hacía demasiado frio… en el horizonte ya se veía la aurora.
Iván se quitó la chaqueta y la puso sobre mis hombros, estaba caliente y con su aroma.
—Mañana me la devuelves… yo me voy a mi casa…
— ¿…No te vas a quedar aquí…?— le pregunté preocupado.
—No… pero mañana vuelvo, o mejor dicho en un rato más…— y dándome otro abrazo y un beso en la mejilla, se fue…
Era casi ya mediodía cuando desperté. Los menores jugaban ruidosamente bajo los arboles del jardín. Después de bañarme y aunque era hora de almuerzo, me dispuse a tomar desayuno. Me llamó la atención no haber despertado con resaca. Ya había terminado cuando llegó mi tío, el padre de Iván…
—Hola tío… ¿Y el Iván?
—Quedó en la casa durmiendo, pero cuando le de hambre va a venir… eso es seguro…— dijo divertido.
Pensé un poco y me decidí.
—Voy a buscar a Iván, y aprovecho de devolverle su chaqueta…— dije, pero el resto estaban tan atareados que ni siquiera me tomaron en cuenta.
Caminé los quinientos metros que separaban la casa de la abuela de la parcela del tío, hacía años que no entraba en esa casa. Golpeé la puerta y después de unos segundos, escuché que Iván venía a abrir. Me sorprendí gratamente de verlo mientras se desperezaba ampliamente refregándose los ojos, vestido sólo con un ajustadísimo calzoncillo blanco que le marcaba un abultado paquete…
—Nico… pasa… me estaba levantando…— eso era mentira, se notaba que estaba recién despertando.
Entré y me quedé en el living, pero Iván amablemente me hizo entrar hasta su dormitorio. Me senté en la cama mientras él trajinaba en la cajonera algo de ropa limpia. Mientras tanto pude comprobar lo anterior… su cama estaba aún caliente…
—Te traje tu chaqueta… y aproveché de venir a buscarte para que vamos a almorzar…
—Si… Gracias… eehh… me duele un poco la cabeza, me esperas mientras me doy un baño… si quieres enciende la tele, yo vuelvo en un instante…— me sonrió y alborotó mi pelo…— y tú… amaneciste bien?— si… dormí excelente…— respondí.
Mientras él entraba al baño, encendí el televisor y me tendí en la cama. Estaba tibia y tenía el persistente olor de Iván, ese olor de macho, su perfume, su esencia masculina… me excitaba esa sensación de tibieza y su aroma.
Cuando sentí que la puerta del baño se abría, me senté en la cama de prisa. Iván entró al cuarto sólo con una toalla en la cintura y la frescura del aroma a jabón en su cuerpo.
—Qué bien hace un baño con agua fría…— me dijo mientras se sentaba en la cama a mi lado. Acaricié su brazo y estaba efectivamente frio…
—Qué locura… ni en verano me baño con agua fría…— le dije mientras Iván se echaba hacia atrás y estiraba sus brazos en cruz, quedando tendido de espaldas a mi lado. Lo miraba de reojo y podía ver su abdomen y la protuberancia definida de su verga bajo la toalla… Era toda una tentación.
—…Me quedaría aquí acostado…— dijo mientras daba un gran bostezo…
—Vístete que te va a dar frio… te bañaste con agua fría y… — comencé a decirle mientras involuntariamente mi mano hacía círculos en su abdomen alrededor de su ombligo. Su cuerpo no reaccionó, pero sí su miembro que empezaba a moverse bajo la toalla y a levantarse notoriamente. El silencio invadió la habitación y sólo se sentía nuestra respiración. Iván no hizo ningún movimiento, sólo cerró sus ojos, mientras mis caricias se hicieron más evidentes, y su erección también.
—…Cerraste bien la puerta…?— me preguntó mientras me tomaba por el hombro invitándome a que me acostara a su lado…
—… Sí… — respondí mientras tragaba saliva y acomodaba mi cabeza sobre su brazo. Se puso de costado y con su brazo libre comenzó a acariciar mi pecho a la vez que desabotonaba mi camisa lentamente hasta el último botón, para luego soltar mi cinturón y seguir con mi pantalón y cremallera… Mientras yo con mi mano hurgaba bajo la toalla y tocaba su duro y ardiente miembro…


En unos segundos estábamos en la cama completamente desnudos, acariciándonos y explorando nuestros cuerpos, sin decir ni una sola palabra.
Iván se tendió sobre mí y comenzó a besar mi cuello, con ternura, con cuidado; sentía sus labios presionar mi piel y su respiración caliente, a la vez que con sus manos apretaba mis nalgas y sus dedos buscaban mi agujero que lo deseaba con locura. Su miembro completamente erecto sobre mi pubis estaba ardiendo, la suave piel de su prepucio se arremangaba con cada movimiento que Iván hacía suavemente sobre mí, mis manos recorrían su espalda y con mis brazos me aferraba de su cuello. Su miembro palpitante era de piel oscura, no muy largo, unos 17 cms. Pero si estaba muy grueso, al cerrar mi mano sobre el apenas rozaba la yema del pulgar y el dedo medio, la delgada y suave piel del capuchón corría con facilidad, dejando al descubierto un glande redondo y bien definido, de color marrón rojizo y el frenillo un poco más rosado, el resto de su miembro era solido y grueso en su base, con venas no muy marcadas pero de una turgencia codiciada… sus bolas redondas y simétricas se veían pequeñas ante tamaño monstruo erecto y su pubis rodeado de ensortijados y tupidos pendejos cortos. El resto del cuerpo sin un vello de sobra…
Cerré mis ojos para incrementar las sensaciones sobre mi piel, mientras Iván introducía uno de sus dedos en mi ano y se giraba para quedar yo sobre él. Sólo con miradas, me desmonté y él fue al baño volviendo con una botellita de aceite para cuerpo, yo en la cama lo esperaba acostado de boca abajo…
Se tendió a mi lado y vació un poco del contenido de la botella en mi espalda, y con su mano ardiente fue haciendo suaves masajes descendentes hasta mis nalgas y entre ellas. Cada caricia me hacía delirar, mientras con mi mano aprovechaba de manosear su verga en toda su extensión. El lubricante hizo fácil la penetración de dos de sus dedos, y por mi parte me había encargado de embadurnar su miembro con el mismo aromático aceite.
Con pericia, Iván se montó sobre mi espalda haciendo coincidir su verga entre mis nalgas resbalosas, después de unos segundos de movimientos de pelvis y entre un suspiro me dijo:
—…es tuyo… enchúfatelo…— Él levantó un poco la pelvis e introduje mi mano tomando su verga y dirigiéndola a mi anillo. Suavemente se fue introduciendo gracias al lubricante, pero era demasiado grueso y me hacía daño… Como un experto en desvirgar culos, Iván se detenía y luego presionaba otro poco, para que mi esfínter se fuera lentamente acostumbrando… hasta que al fin la penetración fue completa, sentía el pubis de Iván en mis cachetes y su grueso y palpitante miembro haciendo presión en las paredes de mi culo…
—…Primo… qué apretadito que tiene el hoyito… nunca se lo habían montado?…
—…No… nunca… usted es el primero…— eso era mentira, pero él no lo sabía.
—… Le duele mucho… quiere que se lo saque…?
—… Me duele… pero quédese así… me gusta… me gusta tenerlo así…— eso era verdad.
Pasaron unos minutos e Iván permanecía inmóvil sobre mí, dentro de mí. Sólo me acariciaba y besaba en el cuello y la nuca tiernamente, pero era tanta mi calentura que comencé a levantar la cola y a moverla en círculos, él entendió y comenzó con un suave vaivén de sus caderas que en un par de minutos se volvió frenético, sentía su grueso miembro entrar y salir en mi ya abierto ano. Dejó escapar un ahogado gemido gutural y se cargó fuertemente en mis posaderas, logré sentir cada uno de sus espasmos dentro, llenándome de su espesa y caliente eyaculación. Acezaba sobre mi espalda y suavemente salió de mí, quedando rendido a mi lado. Me abrazó y se quedó unos minutos, para luego tomar la toalla que aún estaba sobre la cama y limpiar mi espalda y mis nalgas del exceso de aceite, luego limpió su abdomen y su pene ya relajado con la misma prenda.
Sentí unas incontenibles ganas de defecar, y me levanté raudo al baño. Cuando me senté en el inodoro y pujé, lo único que salió fue una enorme cantidad de leche de macho, producto de semanas de acumulación. Sentía su característico olor, y comencé a masturbarme. En unos segundos conseguí una erección y simultáneamente chorros de mi semen fueron a dar en mi mano y corrían por mi pene para caer al inodoro juntándose con la leche de mi primo… Cuando abrí los ojos, Iván me miraba desnudo y con satisfacción desde la puerta abierta. Caminó hasta pararse frente a mí y me abrazó. Le respondí con fuerza, apretando su sexo contra mi pecho y empecé a besar su abdomen, su pubis, y cuando iba a echarme su verga a la boca, él me detuvo…
—… Mejor nos vamos… nos deben estar echando de menos…— me dijo acariciando mis mejillas. Se metió nuevamente a la ducha. Yo tomé papel higiénico y me limpié lo mejor que pude, para luego ir al dormitorio a vestirme. Iván tenía razón, ya habíamos tardado mucho.
Mi primo no demoró en salir, y se vistió de prisa. Fue como si no hubiese pasado nunca nada. Salimos de la casa y caminamos hacia la casa de la abuela, cuando llegamos, ya habían almorzado.
Durante la tarde fue todo normal, aunque entre ambos había miradas de complicidad y gestos que sólo nosotros entendíamos.
Caía la noche y en realidad estábamos todos muy cansados, además, con mi familia deberíamos volver a casa temprano al otro día. Ya casi todos los familiares se habían ido, y sólo quedaban en el living mis padres, mi abuela e Iván, animadamente conversando.
—Vengo a decirles buenas noches, estoy muy cansado y me iré a dormir. Aprovecho de despedirme, porque lo más probable que mañana no te vea…— dije a Iván mientras este se ponía de pie para darme un afectuoso abrazo.
—Quién sabe, tal vez nos veamos antes de lo que tienes pensado… Hasta pronto Nico, mi primo querido… no se olvide de su primo mayor…— por supuesto que no lo haría, pensé.
Le di las buenas noches a mi abuela y me fui al dormitorio. Me acosté sólo con mis calzoncillos y una polera que había usado durante la tarde. Mientras me acomodaba en la cama, descubrí debajo de la almohada la pequeña botella de aceite para cuerpo de Iván, sin duda él la puso ahí. La olí y me transporté automáticamente a lo que había sucedido en la mañana. Unté un poco en mis dedos y lubriqué mi ano, para recordar la sensación de humedad y el aroma de mi primo… Me dormí a los pocos minutos.
Desperté un par de horas después, y no se oía nada a excepción del televisor del living. Todos los demás dormían, menos Iván que estaba semi-echado en el sillón con sus piernas extendidas y cruzadas. Volví a mi cama… ¿Qué estaba haciendo allí? —pensé—.
Intentaba conciliar el sueño cuando sentí unos pasos tenues de pies descalzos que se acercaban. Me hice el dormido, cuando esos pasos llegaron a mi cama… reconocí el perfume de Iván, que sigilosamente se metía a mi cama, vestido, y me abrazaba por la espalda. En posición de cucharita me empezó a puntear con su paquete y su mano lentamente comenzó a bajar mi slip. Pasé mi mano hacia atrás y toque su paquete, estaba con jeans, pero con enorme destreza desabrochó su pantalón y sacó fuera su miembro que estaba grueso y ardiente tal como lo recordaba en la mañana… Sin previa, comenzó a puntear con el glande mi agujero y al encontrarlo comenzó a hacer presión hasta que me penetró completamente… por el silencio de la noche sólo podía respirar agitado y apretar los dientes, mientras él me abrazaba dejándome prácticamente inmovilizado.  Completamente sometido, sentía con placer como entraba y salía en un movimiento firme, constante y silencioso. Nadie debía oírnos…
Sentía la dura tela de su jeans en mis piernas, la dureza de su miembro que entraba y salía, el calor y la suavidad de su piel y su pubis, y la fuerza de su abrazo. Él dejaba de moverse para acomodarse un poco tras de mí. Y así después de unos minutos tuve la misma sensación en mi esfínter que había sentido en la mañana, sus reiterados espasmos y los jadeos de cansancio en mi cuello… se quedó nuevamente dentro de mí, hasta dejar la última gota de su semen en mi interior. Me dio un beso en la mejilla y antes de sacarlo me dijo en un susurro:
—…Te quiero…
Fue la sensación más increíble y la experiencia más extraordinaria que me había tocado sentir… lo oculto y lo prohibido en su máxima expresión…
Me acarició con ternura, me dio otro beso y con el mismo sigilo se vistió y salió de mi pieza…
Al otro día, ya estábamos listos para partir. Miré y no vi a mi primo, pero llevaba en mi bolsito personal la botellita de aceite esencial aromático que me había dejado en la almohada. Nos despedimos de los presentes…
Ya habíamos andado varios kilómetros mientras comentaban todos en el auto lo bien que lo pasamos y lo buena que estuvo la fiesta. Cuando mi padre, el tío de Iván, me comentó:
—Nico, lo más probable que la próxima semana tengas un compañero de cuarto…
—…Qué quieres decir, papá…
—Anoche conversamos mucho con Iván, y le propuse que si quería ir a trabajar a la Capital con nosotros. Me dijo que lo iba a pensar… Sería espectacular tenerlo como número fijo en el Restaurant ¿No te parece? Además, canta muy bien. Sería un gancho para los fines de semana… Así es que si accede, tendrás que compartir tu dormitorio con él, por un tiempo.
—…eehh… Pero…
—No te preocupes Nico, es que como tu dormitorio es más grande y caben dos camas… en todo caso no creo que ustedes se lleven mal…




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